
En la ciudad de Rivven nada es lo que parece.
Sus tranquilas y cuidadas calles esconden cientos de secretos, capaces de sorprender a cualquier inocente viajero que ose adentrarse en ellas. Hombres vestidos con sus mejores trajes no suelen ser ejecutivos, sino miembros importantes de una mafia organizada. Mujeres engalanadas con joyas preciosas y provocativos vestidos, no suelen ser damas de alto standing, sino una lujosa compañía. Sus edificios, de fachadas majestuosas y elegantes, no son despachos ni oficinas, sino laboratorios clandestinos. Los accidentes laborales, no suelen ser precisamente accidentes.
Y es que, en Rivven todo depende de su curiosa jerarquía. Una jerarquía levantada gracias al tráfico de drogas, la prostitución y el asesinato encubierto.
Pero lo más inhóspito de esta ciudad no está en la superficie, oculto entre sus fríos callejones, sino en el subsuelo, donde se han establecido dos cofradías secretas. Cabe decir que no se dedican a asuntos tan banales como vender droga o negociar precios a cambio de sexo, aunque sí los controlan desde las sombras. El cometido de Los Maestros de las Sombras y Los Encapuchados está más allá de las posibilidades de esa gente insignificante. Incluso más allá de su imaginación.
Su objetivo es la búsqueda de las reliquias malditas, poseedoras de unas cualidades que atraerían a cualquiera, y cuyos orígenes se remontan a la época en la que ángeles y demonios caminaron sobre la Tierra. Para ello, están dispuestas a robar, a matar, incluso a dejar su vida de lado para conseguirlas.
La principal diferencia es que Los Encapuchados las buscan corrompidos por el poder que representan, y Los Maestros de las Sombras para evitar la tragedia que sufriría la ciudad si todas cayeran en manos de Los Encapuchados.
Pero ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos.
Y es que, en la ciudad de Rivven, nada es lo que parece.